38. Desvelando misterios

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Continuación…

-¿Me dices ya de qué se trata?

-La próxima semana, coincidimos en el día de descanso. ¿Qué te parece si cogemos el coche y hacemos una escapada? Podemos salir temprano y aprovechar todo el día juntos. Nos daría tiempo a conocernos algo más. Yo conduzco. Tú elijes lugar.

Según iba hablando, mi cabeza pensaba en pararlo para decirle ¡SI, QUIERO! Pero me mantuve cauta. Por primera vez, en años, y simplemente le contesté:

-Está bien. Lo pensaré.

-Claro, pero espero que me digas que sí.

Nos despedimos con un tierno beso y a los dos días, que fue cuando me preguntó si tenía una respuesta, le dije que me parecía bien. Bien, por no decir: ¡casémonos!

3 días después, estaba yo, a las 9 de la mañana, con mi modelito, previamente estudiado, esperando a que me recogiese. Llegó tarde. Una media hora. Mal. Muy mal. Me gusta demasiado dormir como para que me hagan madrugar y luego lleguen tarde. Aunque sea Mao.

Cuando llega, se me pasa un poco. El blanco, le queda demasiado bien y después de un par de sonrisas, no tengo ni sueño. Que débil soy cuando me ponen a un guapo delante.

Vamos a pasar el día en Tarifa. Buenas playas, buena comida, buen ambiente. Por el camino, hablamos poco, Pero no me molesta el silencio. Eso es buena señal, en mi caso. ¿Le molestará a él?

Por otra parte, pienso que si al final pasamos tiempo juntos, pero no hablamos, difícilmente nos conoceremos más. Lo de estar en silencio, no me molesta pero me da para pensar y eso, ya sabéis que no trae nada bueno.

Llegamos finalmente a Tarifa y nos dirigimos a un  chiringuito. Hacemos una reserva para almorzar, y nos tomamos la primera cervecita al sol. ¡Que a gusto chico! ¡Que me traigan otra!

El día pasó entre, tomar el sol, beber mojitos, comer una paella bien rica y pringarme de amarillo el top blanco, que había decidido ponerme. Que me conozca desde el principio. Con la blusa siempre del color del almuerzo. Real. Torpe. Y glotona.

También, entre baño y baño, hubo acercamiento. Sino, ¿para que iba yo a ir a la playa con el chico que me gusta? ¡Ay que piso un alga! (y aprovecho para subirme encima de ti un rato) ¡Ay que fría! (y voy y te salpico, para que me salpiques y juguemos un rato) y así, hasta que se nos arrugaban los deditos y decíamos de salir un rato del mar. Vale. Lo decía él. A mí las arrugas, en ese caso, me importaban bien poco.

A eso de las 5 de la tarde…

-Deberíamos volver.

-Vale. Como quieras (mi gozo en un pozo).

-Es por si cogemos caravana y llegamos muy tarde a casa. Como mañana trabajamos temprano ambos.

Mi cara ha debido de expresar lo que pienso y agradezco su explicación.

Una vez en el coche….

El: -¿Hacemos una parada?

-¿Una parada?

-Como no hay mucho tráfico, podíamos parar a merendar en el próximo pueblo.

-Merendemos.

Este chico, me gana con sus proposiciones. Creo que no me habré negado a una merienda jamás. Y para ser sincera, habría aceptado parar hasta por acariciar gansos. La cosa era alargar la cita.

Llegamos al pueblo y dimos un paseo, agarrados de la mano. Esa mano. Me hacía incluso olvidar la arenilla que llevaba pegada entre los dedos de los pies.

Finalmente, entramos en una cafetería y pedimos dos cafés y un crep para compartir. Me pareció romántico el gesto, aunque no soy de compartir mi ración de nutella. Ahora llevo amarillo y marrón en el top. Me suelto el pelo, para intentar disimularlo. Así lo distraeré con la maraña que es mi melena salada.

La cafetería era muy coqueta, todo muy blanco y con cojincitos. Estabamos muy cómodos, en todos los sentidos y eso, se notaba.  No paró de contarme cosas sobre él, sobre sus gustos y aficiones. Le gustaba dibujar y leer. Como esto último lo compartimos, hablamos sobre libros y quedamos en que nos intercambiaríamos alguno. Yo ya pensaba en meterle algún post-it con un mensajito moñas en alguno de ellos. Más adelante. En el tercer o cuarto libro intercambiado. Dependiendo del grosor.

Él: -Que pena que mañana trabajemos temprano. Me quedaría a pasar la noche aquí, contigo. No me quiero ir.

Y ahí, en ese sofá de palés blancos, terminé de convencerme. Había conocido a mi futuro marido.